lunes, septiembre 11, 2006

Un paso hacia abajo es un paso atrás

Recuerdo a mi padre en algunas ocasiones entre brumas, y en otras muy vividamente. Cada vez hay más de las primeras que de las segundas, pero aún así, no voy a olvidar sus mejores rasgos, que eran muchos. En cualquier caso los recordaré más.

Enfermó de cáncer cuando yo tenía unos 12 años, y murió a mis 20. Sus últimos años fueron terriblemente duros, con la salud tan minada por la enfermedad como por la quimioterapia, y su físico tan consumido que, en el fondo, muy en el fondo, di un suspiro de alivio cuando llegó el final de esos horribles 8 años. Le recuerdo mirandose al espejo y quitandose un mechón de pelo de la cabeza con un leve tirón. Le recuerdo incapaz de moverse en un sillón del salón, pero siempre intentando sonreir, aunque le costase quien sabe cuanto. Le recuerdo consolando a mi madre, diciendole 'todo va a ir muy bien'. Recuerdo el burbujeo de la botella de oxígeno en el dormitorio, de día, de noche, siempre. Para mucha gente el burbujeo es un sonido alegre. Para mi, es sinónimo de muerte.
También me acuerdo de mis largas tardes de EGB, cuando él llegaba del trabajo sobre las 9 ó las 10, y me preguntaba si había hecho los deberes, y cómo habían ido los estudios. Era muy estricto con ese tema, y le preocupaba mucho que me fuese bien en la escuela. Recuerdo con una gran alegría el día en que me dijo por teléfono que había sacado la mejor nota de la clase en álgebra, en primero de carrera, más por él, que por la nota.

Le recuerdo especialmente el día en el que subimos al Aneto él, mi primo Adolfo, mi hermano, y yo. También le recuerdo andando por el Pirineo, por sus senderos, enseñandonos lo que aprendió en su juventud del campo y del monte. Me doy cuenta de que le recuerdo sobre todo en la montaña, con un palo largo a modo de bastón cogido de cualquier rincón, su chandal, su gorra de marinero y un buen paso que nos hacía andar en fila de a uno. Recuerdo su prudencia, y cómo nos cuidaba de niños para que no nos acercásemos a los barrancos. Recuerdo cómo se alegraba ante un ibón y cómo le gustaban los árboles, la hierba y las rocas, y sobre todo, un buen bocadillo de tortilla de patata para culminar una excursión.

Fue un gran padre, y yo hoy tengo el día nostálgico, supongo.

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