¿Quien no tiene hoy en día problemas, de un tipo o de otro? Hipotecas, trabajo, amores, dinero, casa, estudios, amigos ... mil cosas hay que pueden dar problemas, y creo que quien más, quien menos, sabemos que poco a poco las preocupaciones van cargando las espaldas de todos. Por lo general, los problemas se pueden llevar más o menos bien, y en estos casos los problemas no son del todo malos. Nos ayudan a esforzarnos y a mejorar, haciendonos poner los pies en el suelo con firmeza para poder afrontar la realidad cara a cara.
Hoy he estado viendo la última película de Harry Potter. Dejando de lado que la película está majilla y se deja ver, ha habido un momento que me ha hecho dar un brinco. Al final de la película, uno de los tres púberes dice 'Qué sería de la vida sin dragones...' y en ese momento me he dado cuenta de que tenía que escribir algo en el blog (llevo muchos días sin poner nada, pero no es por dejadez ... solo es que no tenía algo que me pareciese interesante, y no tengo ganas de perder mi tiempo, ni el del que lo lea, escribiendo tonterías). Efectivamente, qué sería de la vida sin dragones, sin fantasía, sin imaginación. Como he dicho en el párrafo anterior, la vida nos lleva poco a poco a ser más prosaicos, más atentos a la vida real, dejando de lado la fantasía lentamente, casi sin darnos cuenta. Sin embargo... sin embargo, no debemos nunca perder esa gotita de crédula inocencia, pensando que en una lejana montaña existe un Dragón que cuida su tesoro durmiendo sobre él, o que un día podremos levantar las manos e iluminar el cuarto en el que estamos con la luz que salga de nuestros dedos. Esa ilusión es la que nos levantará una sonrisa en cuanto la recordemos, y traerá luz en cualquier momento. En mi caso, estoy absolutamente convencido de que un día estaré paseando por un hayedo en los Pirineos y un Elfo se cruzará a mi lado en el paseo, me saludará y se alejará pisando sin ruido las hojas de otoño, dejándome mirándole callado, asombrado y feliz. Mi cabeza me dice que nunca pasará eso, y mi corazón también. Pero ... a quien le importa lo que digan esos dos, cuando todos sabemos que algún día me cruzaré con ese Elfo, y tanto cabeza como corazón estarán encantados de haberse equivocado tanto?
Hoy he estado viendo la última película de Harry Potter. Dejando de lado que la película está majilla y se deja ver, ha habido un momento que me ha hecho dar un brinco. Al final de la película, uno de los tres púberes dice 'Qué sería de la vida sin dragones...' y en ese momento me he dado cuenta de que tenía que escribir algo en el blog (llevo muchos días sin poner nada, pero no es por dejadez ... solo es que no tenía algo que me pareciese interesante, y no tengo ganas de perder mi tiempo, ni el del que lo lea, escribiendo tonterías). Efectivamente, qué sería de la vida sin dragones, sin fantasía, sin imaginación. Como he dicho en el párrafo anterior, la vida nos lleva poco a poco a ser más prosaicos, más atentos a la vida real, dejando de lado la fantasía lentamente, casi sin darnos cuenta. Sin embargo... sin embargo, no debemos nunca perder esa gotita de crédula inocencia, pensando que en una lejana montaña existe un Dragón que cuida su tesoro durmiendo sobre él, o que un día podremos levantar las manos e iluminar el cuarto en el que estamos con la luz que salga de nuestros dedos. Esa ilusión es la que nos levantará una sonrisa en cuanto la recordemos, y traerá luz en cualquier momento. En mi caso, estoy absolutamente convencido de que un día estaré paseando por un hayedo en los Pirineos y un Elfo se cruzará a mi lado en el paseo, me saludará y se alejará pisando sin ruido las hojas de otoño, dejándome mirándole callado, asombrado y feliz. Mi cabeza me dice que nunca pasará eso, y mi corazón también. Pero ... a quien le importa lo que digan esos dos, cuando todos sabemos que algún día me cruzaré con ese Elfo, y tanto cabeza como corazón estarán encantados de haberse equivocado tanto?